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Reírse del mundo



Emiten en televisión un anuncio publicitario sobre un producto, de cuyo nombre ahora no quiero ni puedo acordarme, bastante sorprendente en su mensaje. En una reunión familiar, el joven hijo, temeroso de la posible bronca que le va a caer, le comenta a su padre que le ha rayado el coche. En el televisor del fondo se oyen las noticias, desesperanzadoras un día más, sobre la pandemia que nos toca vivir. El padre lo mira y, de repente, suelta una carcajada. El ambiente tenso se torna distendido. En otra escena, una chica sale de su casa: al mismo tiempo que cierra la puerta se da cuenta de que ha olvidado las llaves dentro. Su reacción no es de fastidio, al contrario, se le ilumina la cara con una gran sonrisa. Le siguen dos escenas similares: la de una pareja que coge el coche para ir a divertirse y no arranca, y la de una vivienda donde sus moradores observan cómo una inesperada gotera quiere arruinarles lo que iba a ser un prometedor día. En ambos casos los protagonistas también reaccionan como si les hubiera caído del cielo una bendición.

El anuncio en cuestión es bueno. Vale, igual no tanto, pues no ha conseguido que la marca se haya grabado en mi memoria, realmente no sé qué anuncia. Pero es lo que ocurre con la publicidad que centra su intención en un mensaje de impacto, y en este caso pretende contagiarnos de positividad y buen rollo frente a la adversidad. Sin estridencias, rebosante de gestos y miradas que lo dicen todo. A mí me encanta.

¿Sabemos reírnos en la incertidumbre? ¿Tenemos fuerzas para sonreír ante situaciones negativas? Pienso que hay que llevar un espíritu bien alimentado o una mente entrenada a la hora de reaccionar con buen humor ante los embates de la vida. 
En esta etapa que nos ocupa y preocupa, contaminada de Covid y algunos otros virus que nada tienen que ver con la salud, quizá sería la solución ideal. 

La tradición oral abunda en consejos del tipo: hay que ‘coger el toro por los cuernos’, ‘capear el temporal’ y ‘echarse el mundo por montera’. Sólo que en nuestro actual confinamiento psico-social no parece haber cabida para semejantes bravuconadas. Bastante tenemos con la resiliencia, que va consumiendo poco a poco nuestra energía, y es como decir que ‘aguantamos el chaparrón’.

Empecemos, pues, a ejercitar nuestros labios en una curva ascendente, venga, sí, que podemos, unos minutos al día. Sonrisa bien dibujada. Luego la respiración, cada vez más intensa, inspirar, espirar. Bien. Después combinamos ambas cosas a la vez, mientras imaginamos a nuestro enemigo con una boñiga sobre la cabeza. Y ya lo tenemos, ¡carcajada al canto!

Que vienen mal dadas: estaremos listos para sacar nuestra arma letal.

Nos reiremos del mundo, antes de que el mundo se ría de nosotros.


[Imagen: Marilyn Monroe "My body is my body. Every part of it" #SamShawPhoto]

30/1/2021

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