Hace unas semanas fui invitada a una gala cultural, donde se entregaban los premios del año. Como era con invitación previa reserva y confirmación, no me preocupé más que de asistir puntual y elegante al acontecimiento, creyendo que todos íbamos a elegir asiento conforme llegáramos. Al dar el nombre y recoger el ticket en ventanilla, comprobé que ya tenía asignada butaca, por las últimas filas. No importa, me dije, todos los asistentes somos gente de la cultura y tienen que distribuirnos de alguna manera. Ya acomodados, el teatro sin palcos se exhibía lleno hasta la bandera. Cuál fue mi sorpresa al comprobar que el sector de primeras filas estaba copado de políticos, una pequeña selección de cada partido. Y no sólo de representantes actuales, sino también de aspirantes a ocupar un sillón en estas inminentes elecciones. Al margen de que el espectáculo que acompañaba a los premios no tenía el nivel esperado, el hecho de que en un acto público, ¡cultural!, se dé preeminencia a ciertos per
Una de cal y otra de arena. Una selección de mis artículos de actualidad. Mi columna de los sábados. Por Marisa Lanca