Encajar las piezas de un puzzle es una misión que para unos resulta divertida y para otros tediosa, exasperante o incluso motivo de sufrimiento. Y es que la vida es un puro rompecabezas. Nuestra labor consiste en un continuo jugar a resolver sudokus, puzzles, sopas de letras, adivinanzas, los siete errores, las diez diferencias, enigmas ocultos, jeroglíficos, crucigramas, en fin, acertijos varios. Y digo jugar en el sentido de pasatiempo, entretenimiento o distracción. Pero, en sentido opuesto, existe el matiz de fastidio, trabajo o molestia a la hora de tomar esa labor como un problema. Personalmente, siempre he profesado una debilidad especial por los juegos de piezas. Construir, encajar, buscar el hueco preciso, ordenar, disponer armónicamente, son actividades que activan mi cerebro y a la vez relajan el sistema nervioso alterado por circunstancias externas. De hecho, creo que mi actividad laboral se forjó respondiendo a esa afición. La maquetación y el diseño gráfico tienen como fu
Una de cal y otra de arena. Una selección de mis artículos de actualidad. Mi columna de los sábados. Por Marisa Lanca