Elegir y ser elegido son dos opciones que marcan una democracia. Poder elegir mediante un voto convierte al ciudadano en pequeño artífice de un futuro próximo. Votar, del latín votum (promesa hecha a un dios, deseo), se erige entonces como un arma de construcción masiva. Para poder ser elegido se requiere, ante todo, una voluntad de servicio público y un compromiso de representación responsable. Se vienen elecciones. Ignoro si a la mayoría de votantes les moverá un impulso consciente o inconsciente a la hora de lanzar la papeleta a la urna. Ser fiel a un color, un partido o unas siglas por herencia o convencimiento ideológicos suele ser lo más corriente. El corazón manda. Pero albergo la esperanza de que en un momento tan decisivo los ciudadanos se paren a pensar para decidir con cabeza. Es un trabajo, lo sé, que requiere cierta inversión de tiempo en leer, observar, escuchar y analizar a los diferentes candidatos. Si estos ya han ejercido sus gestiones, hay que comprobar el nivel de s
Una de cal y otra de arena. Una selección de mis artículos de actualidad. Mi columna de los sábados. Por Marisa Lanca