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Mostrando entradas de agosto, 2022

La belleza áurea de lo cotidiano

  En uno de los primeros cursos que realicé en la Escuela de Artes de Zaragoza me topé con una asignatura extraña. Se llamaba Naturaleza, materiales y tecnología.  Recuerdo perfectamente a la profesora: de aire algo hippy, como risueña y triste a la vez y con la mirada enfocada al infinito muy a menudo. En su ensimismamiento, de repente reaccionaba clavando los ojos en cualquiera de los alumnos, a la vez que formulaba una pregunta seria, para hacernos reflexionar. Casi a principio de curso y tras una larga disertación sobre el porqué de la belleza de algunos objetos y la fealdad epatante de otros, nos pidió que realizáramos un trabajo especial sobre la proporción áurea en relación con lo bello. Reconozco que el tema me subyugó. Revisé mis apuntes y, sin tener una enciclopedia o un libro a mano en consonancia con el asunto [claro, recordemos que entonces no existía la red para navegar en busca de información], comencé a observar a mi alrededor. En el reducido piso estudiantil donde me a

La memoria de los monstruos

Anda el mercado obsesionado por vendernos cada día maquinitas diversas con más memoria que el modelo anterior. En este sentido se entiende como memoria la capacidad de almacenamiento de información y conocimiento. Se le llama también memoria RAM, de acceso aleatorio, rápido y temporal; asimismo puede ser de almacenamiento masivo, lento pero de naturaleza más permanente. Otros tipos, menos comunes, llevan nombres como memoria holográfica, memoria de cambio de fase y memoria molecular. Datos, datos, datos... Estamos rodeados de pequeños monstruos ávidos de información, chupópteros de nuestro día a día, datos personales que subastan al mejor postor, quien los convierte en algoritmos, para después ofrecernos sueños que necesitamos comprar sí o sí. Y así, la memoria individual de cada criatura va mermando poco a poco, pues derivamos nuestra capacidad cognitiva a estas máquinas que nos hacen la vez de cerebro auxiliar. Producimos datos y los trasvasamos inmediatamente al monstruo con boca en

Perversas intenciones

Dicen que la intención es lo que cuenta. Muy bien. Contemos: un fuego, dos fuegos, tres fuegos... Fuegos que son incendios. Incontables incendios en la Península Ibérica a lo largo de un verano abrasador. Se constata que buena parte de ellos, la mayoría, han sido intencionados. Habrá que preguntarse: ¿a quién beneficia? Resulta inconcebible una actitud así. A finales de los 80 se llevó a cabo una campaña en televisión llamada “Todos contra el fuego”. Diferentes personalidades, entre músicos y actores, nos cantaban el peligro que suponen las imprudencias en el medio natural y alertaban de que estaba en juego nuestro futuro con el eslogan “Tú lo puedes evitar”. Curiosamente en ninguno de los diferentes anuncios y publirreportajes aparecía el elemento fuego, porque se pretendía hacer hincapié en la belleza del paisaje sin llamas: bosques, montañas, prados, lagos, manantiales, animalillos, bomberos y gente alegre disfrutando con responsabilidad. Parece que en esa época también se reguló un