En ocasiones personas cercanas me dicen: “Te ahogas en un vaso de agua”. Y puede que tengan razón. Si pienso en ello recordando momentos de ahogo, nervios, ciertas ansiedades, deduzco que generalmente se han debido a inconvenientes muy puntuales, a situaciones que al final tenían fácil solución, a miedos varios ante la incertidumbre sobre un futuro obviamente desconocido, o un riesgo potencial. Cosas así. Sin embargo, tengo que decir, [ahora me sorprendo a mí misma], que curiosamente ha habido en mi vida unos cuantos acontecidos importantes, fuertes, de impacto, y los he acometido bastante bien: no me ha temblado el pulso, ni me he venido abajo, ni siquiera me he lamentado. Mente tranquila, templanza, valoración constructiva de los hechos, sonrisas en lugar de lágrimas. Fíjate... Valorando estos dos autoanálisis, que imagino se pueden extrapolar a mucha gente, parece un contrasentido. Ser capaz de ahogarse en un vaso de agua y a la vez saber mantenerse a flote en un mar tempestuoso
Una de cal y otra de arena. Una selección de mis artículos de actualidad. Mi columna de los sábados. Por Marisa Lanca