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Mostrando entradas de noviembre, 2020

Un vaso de agua

En ocasiones personas cercanas me dicen: “Te ahogas en un vaso de agua”. Y puede que tengan razón. Si pienso en ello recordando momentos de ahogo, nervios, ciertas ansiedades, deduzco que generalmente se han debido a inconvenientes muy puntuales, a situaciones que al final tenían fácil solución, a miedos varios ante la incertidumbre sobre un futuro obviamente desconocido, o un riesgo potencial. Cosas así. Sin embargo, tengo que decir, [ahora me sorprendo a mí misma], que curiosamente ha habido en mi vida unos cuantos acontecidos importantes, fuertes, de impacto, y los he acometido bastante bien: no me ha temblado el pulso, ni me he venido abajo, ni siquiera me he lamentado. Mente tranquila, templanza, valoración constructiva de los hechos, sonrisas en lugar de lágrimas. Fíjate... Valorando estos dos autoanálisis, que imagino se pueden extrapolar a mucha gente, parece un contrasentido. Ser capaz de ahogarse en un vaso de agua y a la vez saber mantenerse a flote en un mar tempestuoso

#Cosasqueno [parte 1]. Alguien tenía que decirlo

Hoy voy a descargarme de ciertas tonterías, porque son tontadas al fin y al cabo, pero me apetece evidenciarlas. Quizá usted y yo coincidamos en algunas, o bien puede aportar las suyas propias. Riámonos un poco en medio de lo importante. Hay cosas –materiales– con las que no puedo. Algunas son manías, pero otras simplemente no deberían existir. Es que me fastidian, me irritan, me sacan de mis casillas. Ahí van unos ejemplos. El nylon: ése con el que cosen las etiquetas a las prendas textiles. Hilo finísimo y molestísimo. Cualquier etiqueta que no sea de raso, molesta y esto es así. El nylon ¡para pescar con caña! La piel seca del ajo, de una cabeza o de un diente, da igual. Pelar uno, previo machaque, y que se te quede un trozo de peladura pegada a los dedos o se caiga al suelo volando... Los “abrefácil” de fina capa plástica, léase envases de lonchas de jamón cocido, anchoas y boquerones en aceite, etc., esos que tienes que separar con la uña y no hay margen para cogerlos entre la

Cegueras

Desde que era pequeña tengo una costumbre, quizá algo paranoica, quizá un sinsentido, de esas cosas que no van a ningún sitio. Y es que, cuando me levanto por la noche, no enciendo ninguna luz y regreso a mi cama a oscuras totalmente, a tientas. Comencé a hacerlo para experimentar cómo se siente una persona ciega, pura empatía. También por aprender y memorizar el lugar que ocupaban los diferentes elementos de la casa y poder situarlos en caso de que me quedara sin vista cualquier día. Y una tercera razón, algo peregrina, es porque quién sabe si una terrible noche entraban unos malhechores y así yo les llevaba cierta ventaja-ja-ja-ja. Siempre me han obsesionado los sentidos. Tiendo a menudo a pensar cuál sería el que más me dolería perder. No voy a revelarlo. Pero confieso que en estos tiempos que corren, tan gráficos, tan visuales, tan tecnológicos, me preocupa cómo lo llevarán las personas ciegas. Sin duda están en desventaja, o eso creo yo. En este momento, la verdad es que no cono

Hoy no hablo de Donald Trump. Mi vida es más importante

La vida es tan generosa que constantemente va ofreciéndonos sus dádivas a lo largo de nuestro caminar, como migas de pan señalatorias o como las pequeñas recompensas en un juego electrónico. Podemos ignorarlas porque no despiertan nuestro interés y no les damos valor, o recogerlas para darles un uso material, emocional, espiritual, para enriquecernos y seguir avanzando. En ocasiones ocurre que esos ‘regalos’ se nos presentan con forma de piedra, clavo, astilla, o simplemente de boñiga. Entonces la cosa cambia. Nuestra percepción se torna en un “también es mala suerte…”. Llegan los tropiezos, las heridas, el dolor, el cansancio, las quejas y quizá hasta el abandono. La relación con el mundo, incluso con nosotros mismos, cambia. Es inevitable. Ante la adversidad, llámese contrariedad, infortunio, desventura, desgracia o fatalidad, podemos adoptar la tendencia de dejarnos arrastrar por la espiral, ésa que como un remolino líquido nos empuja hacia el fondo de nuestra zona oscura. Por c