Puedes decidir dejar un legado, por pequeño que sea, y ser recordado, o puedes decidir pasar desapercibido. Es una elección que marcará nuestra vida. Quizá mi primera vocación, la de maestra, vino condicionada de alguna manera por la voluntad de transmitir conocimiento como un bien preciado que no puede perderse. Vocación que, con el paso de los años, ha retornado sutilmente unida a la reflexión sobre la importancia de contribuir a un legado inmaterial, sea cultural o emocional. Hoy el cómico, presentador y escritor Ángel Martín, en su ‘Informativo matinal para ahorrar tiempo’ me ha recordado una frase de Harold Macmillan: “Deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá”. Me parece muy acertada en el sentido de aprender para enseñar. Legar nuestro conocimiento en forma de ideas o creaciones y lanzarlas en lugar de arrinconarlas es un buen propósito. Legar en vez de relegar. Legar y no delegar. No hay sofá que valga cuando está en juego el futuro. Se trata de alimentar el prese
Una de cal y otra de arena. Una selección de mis artículos de actualidad. Mi columna de los sábados. Por Marisa Lanca