He soñado más de una vez con una remota posibilidad, en términos de dolor: que los humanos tuviéramos un séptimo sentido, la cualidad de transmitir durante unos instantes, cinco o diez segundos bastarían, una sensación propia a otra persona, en tiempo e intensidad reales. Ese sentido acogería del mismo modo la cualidad inversa, la de sintonizar para recibir la sensación ajena, lo que metafóricamente expresamos como ‘ponerse en la piel de otro’. Cuando se sufre una dolencia y tratas de describir cómo y cuánto duele a cualquiera, o en concreto a un profesional de la medicina, éste suele pedir que valoremos la intensidad del dolor en una escala de uno a diez. En esa situación, lo que verdaderamente pensamos es: “Me gustaría que, por un momento, pudieras ponerte en mi lugar y sentir lo que yo siento ahora”. Es así como nos comprenderían del todo. Ésa es la posibilidad a la que me refiero, el séptimo sentido, la empatía real. Implicaría un mutuo acuerdo entre dos personas o, por lo menos, l
Una de cal y otra de arena. Una selección de mis artículos de actualidad. Mi columna de los sábados. Por Marisa Lanca