Recientemente se nos ha ido la famosa ventrílocua Maricarmen. Yo crecí escuchando los innumerables diálogos que mantenía con sus muñecos insolentes, desinhibidos, descarados, sin pelos en la lengua. ¡Qué tiempos, donde se podía criticar con humor a cualquier personaje público en sus propias narices y obtener de él una sonrisa o carcajada por respuesta! No es fácil el papel de entretenedora y crítica mordaz a la vez, se requiere una gran valentía profesional, unos arrestos a prueba de bomba y una buena dosis de inteligencia. Los criticados, también. Hoy día, contamos con pruebas más que suficientes de que las bromas y el humor ácido no son el aderezo ideal para cocinar el menú degustación que nos ofrecen a través de los medios de comunicación; así pues, están condenados a no existir. Ocurre que el sarcasmo suele tomarse como insulto y aparecen las querellas por doquier, o es que directamente ya no se sabe criticar ‘en fino’, sino con burdas palabras hirientes y desatinadas. Doña Rogelia
Una de cal y otra de arena. Una selección de mis artículos de actualidad. Mi columna de los sábados. Por Marisa Lanca