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Los muñecos de Maricarmen


Recientemente se nos ha ido la famosa ventrílocua Maricarmen. Yo crecí escuchando los innumerables diálogos que mantenía con sus muñecos insolentes, desinhibidos, descarados, sin pelos en la lengua. ¡Qué tiempos, donde se podía criticar con humor a cualquier personaje público en sus propias narices y obtener de él una sonrisa o carcajada por respuesta!

No es fácil el papel de entretenedora y crítica mordaz a la vez, se requiere una gran valentía profesional, unos arrestos a prueba de bomba y una buena dosis de inteligencia. Los criticados, también. Hoy día, contamos con pruebas más que suficientes de que las bromas y el humor ácido no son el aderezo ideal para cocinar el menú degustación que nos ofrecen a través de los medios de comunicación; así pues, están condenados a no existir. Ocurre que el sarcasmo suele tomarse como insulto y aparecen las querellas por doquier, o es que directamente ya no se sabe criticar ‘en fino’, sino con burdas palabras hirientes y desatinadas.

Doña Rogelia, el muñeco más famoso de Maricarmen, la abuela de pueblo gruñona y cascarrabias, ha quedado relegado a monigote gráfico con que algunos comparan a una política firme candidata a gobernar este país. Así de triste. Daisy, la niña de trenzas rubias respondona y deslenguada, hoy no tendría cabida como representante infantil en este mundo edulcorado. Nicol, el pato castizo de voz irreverente, tal vez podría identificarse con otro tipo de ‘voz’ en latín, aunque ahora y así éste no tenga gracia alguna. Y Rodolfo, el león sensible y amanerado, su marioneta más entrañable, dicen, si existiera en este momento, ya acumularía protestas por parte de colectivos ofendidos por la ridiculización de su alma máter. 

Tengo la seguridad, porque además lo observo de cerca, de que en la constitución de los diferentes gobiernos se van a dar bastantes casos de poner voz a muñecos de madera, elegidos democráticamente por supuesto, disfrazados de cargos con vara institucional, ya sea municipal o autonómica. Ahí estarán, colocados en su sillón con su cara graciosa Rodolfos, doñasRogelias, Daisys y Nicoles varios, sólo para mover la boca y la mano, dirigidos por brazos y voces más potentes que habrán quedado en segundo plano por voluntad del partido. 

Estas metáforas, que pueden resultar graciosas al imaginarlas, no lo son tanto si nos toca vivirlas en la realidad. De la risa al desconsuelo quizá haya un soplo temporal, lo que dura un inicio de legislatura. Sabemos que de muñecos el mundo anda sobrado. Habrá que tomar conciencia, pues, de no terminar uno mismo por convertirse en la marioneta de la que siempre abominó y tener bien presente la sentencia de Julio César en ‘Los idus de marzo’, que reza: “Es imposible no terminar siendo como los otros creen que uno es”.

[Imagen: "Françoise Mosaïcale". René Magritte]

[Artículo publicado en periódico La Comarca, Opinión Independiente. Viernes 23/06/2023]

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