La lengua castellana cuenta con un vocabulario tan rico, que da gusto pasearse por un diccionario, si es el de María Moliner mejor que mejor, y descubrir palabras al azar. Me maravillan las palabras. Cuando estudiaba la EGB (Educación General Básica) tenía una asignatura favorita: lenguaje. Ahí entraba el vocabulario, la gramática y la ortografía. Todos los ejercicios eran para mí un juego. Recuerdo el de ‘cada oveja con su pareja’, que consistía en enlazar vocablos de dos columnas con un significado similar o contrario; aprendíamos las conjugaciones de los tiempos verbales como un concurso en que si acertabas adelantabas un lugar en la fila; rellenar el hueco vacío en una frase con la palabra adecuada suponía un logro fantástico. Pero lo que me producía más satisfacción era descubrir sinónimos y antónimos. Eso suponía consultar el fabuloso mundo del diccionario. Todavía me acompañan algunos tomos de enciclopedias de consulta y diccionarios varios: de latín, de español-francés y otro
Una de cal y otra de arena. Una selección de mis artículos de actualidad. Mi columna de los sábados. Por Marisa Lanca