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Preocupaciones



Nos hallamos todos entretenidos, porque el mundo resulta así de caprichoso, en cómo salir a flote e indemnes de este sinvivir que es una situación pandémica. Nuestros hábitos se han visto trastocados hasta tal punto, que no nos encontramos ni a nosotros mismos. ¡Carallo! ¿Quién lo iba a decir?

Recuerdo cuando cumplí los dieciocho. Estaba contenta, pues suponía para mí un cambio significativo: se me abrían las puertas a un sinfín de experiencias, entre ellas el permiso de conducir, la mayor libertad de horario, la oportunidad de salir a estudiar fuera del pueblo; a los ojos de los demás ya era una persona hecha y derecha, mayor de edad, yo misma. La vida por delante. Fantástico. Sin embargo, fue muy diferente al cumplir los veinte. No lo celebré igual. Mi sensación fue de cierto temor, me caía un gran peso encima: el peso de la responsabilidad individual. Ahora sí que sí, ya no dependo más que de mí y de mis actos. Y llegaron las preocupaciones. 

Preocuparse. Ocuparse de algo antes de que suceda. La mente comienza a trabajar antes de que el cuerpo lo haga. ¿Es tarea útil o inútil? Todavía no he llegado a ninguna conclusión. Lo único que sé es que, en todos los años vividos desde la veintena hasta hoy, no he podido evadirme de preocupaciones y me da la sensación de que he invertido más tiempo en estar preocupada que ocupada. Y es un asunto preocupante. ¿Veis?

Si no llegaran los imprevistos, problemas e inconvenientes nuestro caminar sería una monótona autopista, una vida despreocupada. El paraíso de los hedonistas. En el fondo, es a lo que aspiramos todos, o casi todos. Mas, pensándolo bien, ¿cómo iba a avanzar la civilización en este modo “pausa”, “cerrado por vacaciones”, “fumadero de opio” o “vuelva usted mañana”?

Quien está ahí arriba manejando los hilos ya se encarga bien de que la maquinaria no deje de funcionar. No hay tregua. La rueda ‘preocupación-ocupación-despreocupación’ gira sin descanso. Así que procuremos dedicar el menor tiempo posible a la primera fase y centrar nuestra atención en las otras dos. Creo que seremos más felices.

Yo ya he dado un paso importante: terminar mi lectura de “La peste” de Camus y embarcarme en “El infinito en un junco” de Irene Vallejo. Encantadamente ocupada. ¡Buen sábado!

[Dedicado a mis padres, que tanto se han preocupado por mí, y siguen haciéndolo. Os quiero]

[Imagen: Foto de infancia]

6/2/2021


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