Ir al contenido principal

De violencia, violentos y violetas


A tenor de la actualidad, quiero expresar mi rechazo a lo que resulta una cualidad totalmente descartable en una convivencia. Se trata de la violencia.

Etimológicamente deriva del adjetivo en latín violentus: “el que actúa con mucha fuerza”. Y se verbaliza en violare: actuar violentamente, agredir. De ahí surge violar y violación.

Tenemos un grave problema cuando ejercemos la violencia para expresar nuestro descontento (sujeto primero), cuando nos solidarizamos con ese sujeto mediante protestas agresivas (sujetos segundos), y después, cuando los cuerpos y fuerzas de seguridad responden a esos protestantes con excesiva autoridad (sujetos terceros). Ya entenderéis de qué hablo.

Violencia llama a más violencia. Nunca es una solución. Y no importa si cualquier sujeto la aplica verbal o corporalmente, por acción, omisión o silencio cómplice; si es a persona, animal u objeto; asimismo, si responde a una causa o gratuitamente. No existe justificación al hecho de agredir con fuerza e intención. No lo concibo.

La violencia va asociada a términos que, sólo con nombrarlos, ya me producen temblor: destruir, destrozar, herir, dañar, eliminar, inutilizar, aniquilar, arruinar, arrollar, forzar.

¿Por qué? Es la pregunta que nos hacemos quienes no entendemos este tipo de conducta. Se me ocurre una colección de posibles causas: poca inteligencia, mente retorcida, afán de protagonismo, complejo de inferioridad, irreflexividad, resquemor, falta de amor -propio, por y de los demás-, mimetismo, cobardía, trastorno mental… En fin, nada bueno.

Tanto si el objetivo es protestar, como llamar la atención, reivindicar un derecho o corregir un comportamiento inadecuado, existen otras formas de actuar más eficaces e inteligentes. Por poner un ejemplo, ahí tenemos letras de canciones de Javier Krahe, de Sabina, de Kase-O, de Joaquín Carbonell, o de Rapsusklei, que dan en la diana que quieren dar, incluso con dardos envenenados, pero disfrazados sabiamente de ironía, retranca, sarcasmo, juegos de palabras... Aplíquese a publicaciones satíricas, literatura, cine, teatro y arte en general.

Otra forma eficaz es la buena argumentación. Saber transmitir las ideas claras, contrastadas, bien estudiadas y fundamentadas. Convencer antes de vencer. Filosofía.

Si a lo anterior le añadimos educación y elegancia, ya tenemos la atención ganada. Y algo muy importante: predicar con el ejemplo. Tratar como quieres que te traten. Una mirada fija, un oído atento y una sonrisa hacen milagros.

Y luego, como tema aparte al que también quiero aludir, están los llamados ‘ofendiditos’. Óiganme ustedes, ni tanto ni tan calvo. Tampoco es de recibo que nos convirtamos en una sociedad blanda que no sea capaz de encajar o reorientar ciertos ataques, provocaciones o alusiones sin importancia, que no van a ningún sitio. Tengamos cierto humor, sentido común, algo de clase, para responder sin llegar a usar la violencia. Seamos consecuentes. A mí jamás me ha ofendido un piropo, en ninguna circunstancia. La verdad: me ha hecho sentir bien porque lo he recibido por el lado positivo.

Y para terminar, una curiosidad. ¿Sabéis que existe la palabra violar como sustantivo? Significa ‘Jardín lleno de violetas’. Así, puedo decir tranquilamente: Hoy me siento violada (de color viola, violeta). (Oh, ¿será que Podemos llama a mi puerta? ¿Me habré vuelto superfeminista?)
Otra forma de ver las cosas. ;)

[Imagen: "El violar de mis padres". Foto enviada por ellos]

20/2/2021

Comentarios

Publicar un comentario