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Trapos viejos


Una anda desde ayer tomando conciencia de que el cuarenta de mayo acaba de cumplirse. Toca esa tediosa tarea de apartar los sayos y sacar la ropa propia de cuando la temperatura ya no baja de 22 grados en la franja central del día. Hay que coger el toro por los cuernos tomando la gran decisión: vaciar los armarios a saco, cajones y estanterías varias, y extenderlo todo sobre la cama; en un cuarto la de la pasada estación, en otro la de la nueva. Es entonces cuando te haces a la idea de… ¡válgame dios! …de muchas cosas.

La primera impresión que llega cuando aprovechas para limpiar cada hueco vacío es que el espacio aparecido es más grande de lo que creías. Tu propósito va a ser volver a llenarlo esta vez con organización y un toque de minimalismo.

Vamos ahora a por la ropa de invierno que habrá que apalancar en la zona más alta. No, mejor abordaremos la de verano y, de paso, a ver lo que pillo para ponerme ya. Como previamente he ido bajándola a brazadas, bulto va y bulto viene, está extendida a rebullón. Tanto en un cuarto como en el otro el concepto que se representa ante mis ojos es el mismo: mi vida, dividida en dos temporadas. Las dos medias naranjas hechas de trapos, al fin y al cabo. Y es que me cuesta deshacerme de ellos. Muchos son trapos viejos por su edad, pero bien conservados; otros lo son también por el uso, mas su impronta emocional, su alma ahí incrustada, que es la mía, me genera un amor incondicional y la negativa rotunda a deshacerme de ellos. Algunos provienen de mis dieciséis añicos y de vez en cuando todavía me los pongo, con gran placer. Les susurro: fíjate, hasta aquí has llegado, como yo. Seguimos complementarios.

Luego toca plantearse en serio de qué hay que prescindir, para siempre. Para mí es un dolor, aun siendo un trapillo, aunque quizá no me lo haya puesto más que una vez o ninguna. Hago una primera criba arrinconando lo que ya no. Y observo el montoncillo. Siempre trato de rescatar alguna pieza por un siacaso, igual cortando por aquí, como la tela es bonita…, puedo reciclarla y convertirla en… Soy una sentimental. Así que apenas tres o cuatro prendas de invierno y otras tantas de verano van cuidadosamente a una bolsa que deposito en el contenedor rojo para ropa, no a la basura. Nunca se sabe si tendrán una segunda (o quinta) oportunidad.

La verdad es que una olvida definitivamente aquello de lo que ha prescindido, porque en realidad no lo necesitaba. A veces también se llega a pensar si determinada cosa producía mal fario y no se había reparado en ello. A todos los niveles de la existencia, conviene deshacerse de trapos inservibles, tanto como conservar trapos viejos que merecen coexistir a tu lado porque aglutinan memorias con sonrisas. Ahora, trapos sucios y trapos rotos: ni lavadora ni remiendos, ¡a la hoguera con ellos! 

10/6/2023

[Imagen: Itzchak Tarkay]


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