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Pequeñas grandes cosas

Sabemos perfectamente que el mundo de lo vivo está constituido por los humanos, los animales y los vegetales. Desde el punto de vista biológico, se trata de seres que nacen, crecen, se reproducen y mueren, aunque en ese proceso también influyan enfermedades y accidentes. Parece que lo orgánico, por su capacidad de desarrollo en el tiempo, está dotado de un cierto movimiento que define lo que llaman vida. Algunos filósofos añadieron a este atributo el concepto de “alma”.

Yo creo en el alma de los seres vivos. Pero asimismo me gusta creer que ciertos objetos la poseen de igual modo. Esas ‘pequeñas cosas’ que decía Joan Manuel Serrat.

A lo largo de nuestro existir nos acompañan seres materiales que vamos atesorando y forman parte esencial de nosotros mismos. Ese libro regalado por un amigo especial, el frasquito de perfume ya vacío que todavía contiene el aroma de tu adolescencia, el juego de sábanas delicadas, aún sin estrenar, que formaba parte del ajuar que tu madre te preparó un día con todo su amor, unos pendientes únicos recuerdo de un viaje inolvidable, la postal de felicitación de las compañeras de tu primer trabajo, la colección de cartas de amigos, novios y aspirantes a noviete llenas de candor, el juego de café sencillo a la par que encantador que una tía lejana te regaló por tu boda, el fulard con el que te conquistó el amor de tu vida, un simple cenicero que nunca se ha roto y que ha compartido cientos de cigarrillos en reuniones, fiestas y demases momentos de amistad loca. Son ejemplos propios. Yo, que soy el paradigma de esos que lo guardarían todo, al que le cuesta desprenderse tanto de los restos de naufragios como de las pruebas de delitos, a todo le reservo sitio. Hasta los dni caducados.

Cada cual conserva un número determinado de objetos indesprendibles. Y el día decisivo para determinar cuál pasa el corte es la mudanza. Puede ser física o espiritual, cambio de casa o cambio de vida. Juicio final: tú a la papelera, tú a la caja. Es entonces cuando valoramos los tesoros que pervivirán como una segunda piel, como cromosomas de nuestro adn vital.

Dicen que madurar lleva consigo aligerar el equipaje. El hecho de ir avanzando hacia la meta final necesita de cortar lastres inútiles, llegar desnudos como cuando nacimos. No estoy muy de acuerdo. Quizá sirva para las personas que les gusta correr. Para mí, todas esas pequeñas cosas, aunque hagan el baúl más pesado, son como mariposas que aletean, soplos de aire que me impulsan a caminar, lentamente pero con alegría. Porque cada objeto contiene una historia oculta que sólo yo conozco, y me encanta rescatarla de vez en cuando, saborearla al recordar, insuflarle vida por un instante con mi aliento.

Además, resulta curioso que sean precisamente los objetos ‘inanimados’, fabricados por la mano del hombre, los que sobreviven al hombre a lo largo del tiempo. Vasijas, joyas, tumbas, obras de arte, libros, utensilios, atuendos, etc., se mantienen como testigos de un tiempo pasado y contienen el alma de quien los creó, los usó o los poseyó.
Y gracias a enamorados de las pequeñas cosas, que hicieron lo posible por conservarlas, cuidarlas y traspasarlas a las siguientes generaciones, hoy podemos conocernos un poco mejor a nosotros mismos.

17/04/2021

[Imagen: Marisa Lanca. "A través del pequeño caleidoscopio que un día me regaló un amigo"]

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