A propósito del estreno ayer, día de Aragón, de la película documental “Héroes: silencio y rock&roll” en una famosa plataforma digital, hoy me apetece escribir unas líneas hablando de ellos. Nunca lo había hecho y ya tocaba.
Sí, vi el documental. Lo esperaba con una mezcla rara de
curiosidad y escepticismo. No me ha defraudado; es más, me ha producido gran
placer. Comienzo por felicitar al director Alexis Morante por su delicadeza,
agilidad, objetividad y cariño en la elección y tratamiento del material audiovisual,
que es excelente. Debo destacar los maravillosos paisajes del territorio aragonés
que introducen la historia, con la emocionante voz de Labordeta entonando su ”Polvo,
niebla, viento y sol”, y otros, sorprendentemente bellos hasta para una paisana
que bien los conoce, que van jalonando diversos pasajes hasta el final.
Héroes del Silencio. No hablamos de una formación musical
cualquiera. En el film queda muy claro. Y quizá muchos encuentren respuestas a
interrogantes diversos, así como explicaciones a más de una confusión. Pues,
tanto Enrique, como Juan, Pedro y Joaquín, más Alan, desde la seguridad que dan
sus respectivas soledades hogareñas, desgranan sus recuerdos con una gran
sinceridad. Es lo que tiene la perspectiva temporal, la madurez: se abandonan
prejuicios, complejos y máscaras, y entonces aparece la confesión, el
reconocimiento, la paz y hasta la sorna (sorprendente y adorable Juan Valdivia).
Se trata de plasmar la forja, evolución y disolución de un grupo de
música aragonés a través, no sólo de sus propios testimonios, sino también de
los que ayudaron, sostuvieron e impulsaron su carrera de principio a fin:
promotores, mánagers, críticos y productores de primer nivel. Fueron fundamentales
en el progreso profesional de Héroes, sin duda, pero también se hace hincapié
en algo esencial: la actitud. Sin ilusión, espíritu creativo, búsqueda
incesante, ambición, trabajo, trabajo y más trabajo de los componentes de un “grupo
de provincias”, la evolución ascendente hacia el éxito, nacional e
internacional, no se habría producido.
Los senderos continuaban creciendo. Curro, amistad y música.
Rock, drogas y viajes. Ensayos, risas y alcohol. Perseverancia, encierros y
proyección. Egos, discrepancias y adaptación. [Oh, gran Martín]. Al final “el
paraíso deviene en infierno” y la “avalancha”
de energía acaba por sepultar en el silencio a unos héroes agotados de ellos
mismos.
Pasados diez años, en 2007 regresaron puntualmente para
ofrecernos diez perlas, conciertos brillantes, héroes en todo su esplendor y con
la exquisitez de un vino añejo. Yo estuve [gracias querido Pedro Andreu]. El
tramo final del documental refleja unos instantes de este regreso, donde se
condensa la emoción de una forma tan relajada como brutal.
Soy de la quinta de Enrique Ortiz, o sea, de la generación
de Héroes del Silencio. Y aunque viví muy de cerca sus inicios, honestamente
diré que en su momento enseguida dejaron de interesarme. No seguí su carrera en
absoluto, pero sí la posterior de Bunbury en solitario. Gracias a ello y a
ciertas vicisitudes personales relacionadas con un garito de Zaragoza: el BV80, una persona:
Valtueña, y un libro: “Noches de BV80”, sobre el 2005 se creó un hilo conductor
que me llevó a una relación directa con el mundo Héroes y a la amistad con
algunos de sus integrantes. Descubrí sus discos, saboreé su música y me
enorgulleció su historia. ¡Rediós, qué buenos!
Lo mismo que he sentido al ver esta película. Absolutamente
recomendable. Con “la chispa adecuada” para encender el fuego de la nostalgia, la
reivindicación de un grupo que apostó por el rock&roll, con sello
distintivo propio, y que resultó ser una “anomalía” en el panorama musical
español.
¡Bendita anomalía!
24/04/2021
[Imagen: Una sonrisa esencial. Montaje Marisa Lanca]
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