Jugando con las palabras, como a mí bien me gusta, he
elegido hoy dos términos que, por su similitud, pareciera que derivan uno de
otro, cuando no es así. Aunque, por el significado figurado, extraeré una
relación más que jugosa.
Comencemos por el origen etimológico. El castellano ‘élite’
proviene del francés élite, y a su
vez del latín eligere: elegir o
seleccionar. El término designa a una minoría selecta, que posee un estatus
superior al resto de las personas de la sociedad. Tradicionalmente la noción de
élite estaba relacionada con la sabiduría y la virtud. Sólo los elegidos lo
eran por sus méritos y virtudes, no por
su origen familiar. Asimismo se mantenía un flujo transversal de tal manera que
podía ser inclusivo, no constituía un coto cerrado, y su poder era influyente.
Hoy en día, el concepto ha derivado hacia el exclusivismo y, desde luego, el
poder adquisitivo marca mucho más que el mérito. Puerta cerrada, las
credenciales mediáticas y ‘visadas’ resultan imprescindibles para entrar. Se
trata de “la flor y nata”, “la crème de la crème”, la "jet set".
Satélite procede del latín satelles –itis y designaba al
soldado escolta encargado de la guardia y seguridad de un príncipe o la corte
que rodeaba al emperador. Después, por un azar poético, se llamaron satélites a
los cuerpos celestes opacos que orbitan alrededor de otro. Como segunda
definición entramos en el terreno artificial: esos aparatos construidos y
lanzados con fines científicos, militares o para comunicaciones que pueblan la
exosfera terrestre y acabarán como basura espacial. En términos generales,
ahora define algo o a alguien que está bajo la influencia, en el entorno o en
la órbita de una figura principal, o que directamente depende de ella.
Podríamos asignarle unos cuantos sinónimos: acólito, adlátere, comparsa,
secuaz, figurante, esbirro, fan, según el nivel de ‘servidumbre’.
En el aspecto político, observemos, analicemos. Resulta
fácil. Sobre los escenarios electorales aparece todo muy claro, quién élite y
quién satélite.
Existen casos excepcionales, de los de espíritu molecular, libre y
natural: José Mújica, rara avis en este mundo fagocitador.
Cuánto debemos aprender todavía. ¡Va por usted!
1/05/2021
[Imagen: “La sonrisa de alas flameantes (arte molecular)”.
Moza Saracho]
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