Sí, ahora la realidad parece devolvernos su rostro, el que
ya conocíamos: regresan los enfrentamientos palestino-israelíes, se reactivan
las huidas-migraciones, vuelve el Festival de Eurovisión, los que pueden
programan sus vacaciones lejos de su tierra, por fin se ha formado gobierno en
Cataluña, se acaba la liga de fútbol y los adeptos a su equipo saldrán de nuevo
en masa descontrolada a celebrar la victoria, de cualquier forma y pase lo que
pase.
Sin embargo, entre los comunes mortales todavía flota en el
ambiente una sensación de que no, un sabor a cierta insatisfacción. Aún queda
un trecho para llegar a meta y lo sabemos. Camino a medio hacer, nada se
concreta, cuando salta la alegría no es plena, divagamos. Porque todos hemos
sufrido pérdidas en mayor o menor medida: seres queridos, trabajos, sueños,
salud, espíritu, creencias. Queremos olvidar cuanto antes, y no es posible. Lo
llevamos incrustado en nuestra mente junto a un grado elevado de ansiedad. Nos
vacunan, todo llega, y, a la vez que manifestamos un contento alivio, ahí, muy
en el fondo, subyace un temor que no queremos delatar, “que sea lo que dios
quiera”.
También estamos y estaremos expuestos a momentos de bajón,
frustración, depresión, angustia, tristeza, desgana. Parece, dicen, que es más
habitual de lo que creemos. Es lo que conlleva el sentimiento de soledad, pese
a las redes sociales. Pausas de encefalograma plano. Cuando ocurra, no dejemos
que se quede parado, por favor. Inyectémosle pensamientos vitales, apliquemos
tareas desfibriladoras a nuestro corazón gastado, y pongámosle alas de futuro
para convertirlo en un encefalograma planeador.
22/05/2021
[Imagen: “Replicante Nexus-600, tipo esposa”. Mario Gómez
Calvo]
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