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Encefalograma planeador


Son días extraños. No nos engañemos.
Observamos la actualidad a través de los medios de comunicación y parece que el mundo sigue en marcha, a su manera, claro. Los programas de televisión en directo cuentan con los mismos protagonistas de hace más de un año; los de ocio, concursos y realities diversos continúan con sus presentadores, invitados y público, casi como si “el bicho” no fuera con ellos. Las imágenes que nos muestran de terrazas, aeropuertos, ferias, congresos, conciertos y diferentes espectáculos se asemejan bastante a las que estábamos acostumbrados antes de la pandemia, sólo que la gente que asiste a los mismos lleva en la cara un elemento raro que le tapa boca y nariz. Las películas siempre han estado ahí y no cambian, es un gran consuelo, por otra parte.

Todos ansiamos esa anterior vida “normal” que un virus ha transformado en “anormal”.
Vivimos en una contradicción constante. En un “quiero y no puedo”, en un “me gustaría y no me dejan”, en un “me dejan y no me atrevo”, incluso algunos inconscientes en un “no me dejan pero hago lo que quiero”. Hemos aguantado estoicamente días vacíos tratando de llenarlos de actividad, insuflando un globo-esperanza de reencuentros que se eternizan. Resiliencia, esa nueva palabra que ya hemos incorporado al lenguaje cotidiano, se ha convertido en nuestra nueva amiga. ¿Somos más fuertes? No lo sé. Todo tiene su cara y su cruz. Y un coste.

Sí, ahora la realidad parece devolvernos su rostro, el que ya conocíamos: regresan los enfrentamientos palestino-israelíes, se reactivan las huidas-migraciones, vuelve el Festival de Eurovisión, los que pueden programan sus vacaciones lejos de su tierra, por fin se ha formado gobierno en Cataluña, se acaba la liga de fútbol y los adeptos a su equipo saldrán de nuevo en masa descontrolada a celebrar la victoria, de cualquier forma y pase lo que pase.

Sin embargo, entre los comunes mortales todavía flota en el ambiente una sensación de que no, un sabor a cierta insatisfacción. Aún queda un trecho para llegar a meta y lo sabemos. Camino a medio hacer, nada se concreta, cuando salta la alegría no es plena, divagamos. Porque todos hemos sufrido pérdidas en mayor o menor medida: seres queridos, trabajos, sueños, salud, espíritu, creencias. Queremos olvidar cuanto antes, y no es posible. Lo llevamos incrustado en nuestra mente junto a un grado elevado de ansiedad. Nos vacunan, todo llega, y, a la vez que manifestamos un contento alivio, ahí, muy en el fondo, subyace un temor que no queremos delatar, “que sea lo que dios quiera”.

También estamos y estaremos expuestos a momentos de bajón, frustración, depresión, angustia, tristeza, desgana. Parece, dicen, que es más habitual de lo que creemos. Es lo que conlleva el sentimiento de soledad, pese a las redes sociales. Pausas de encefalograma plano. Cuando ocurra, no dejemos que se quede parado, por favor. Inyectémosle pensamientos vitales, apliquemos tareas desfibriladoras a nuestro corazón gastado, y pongámosle alas de futuro para convertirlo en un encefalograma planeador.

Ánimo, que quiero veros danzar, y también quiero que me veáis danzar a mí.
Porque yo danzo de maravilla. ¿Lo sabías, Franco Battiato?

22/05/2021

[Imagen: “Replicante Nexus-600, tipo esposa”. Mario Gómez Calvo]


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