Esta mañana observaba en televisión una escena en la que la
policía detenía a un individuo a base de empujones. De ahí, mi pensamiento se ha
ido a la entrada de unos grandes almacenes en su apertura por rebajas, donde
los empujones campan a sus anchas. Luego se me ha representado una desgraciada
situación de tapón humano en la estrecha salida de una discoteca ante un
peligro inminente: empujones mortales. La palabra ha empezado a resonar en mi
cabeza, le he quitado las dos últimas letras y he respirado más tranquila.
Empujón. Esto ya tiene otro sentido. Hay ocasiones en que un vocablo varía su
matiz de significado al cambiar del singular al plural o viceversa.
Qué molestos resultan los empujones y, sin embargo, qué
necesario es un empujón a tiempo. Debo agradecer a mi padre que me haya dado
el suyo más de una vez. Ante la duda, en momentos en que crees que no llegarás,
cuando te sientes vencida y renuncias a algo, ahí ha estado. Casi siempre unas
palabras de ánimo, una actitud de seguridad y confianza, tienen el efecto de
una mano en la espalda que te infunde valor, te empuja suavemente a seguir
caminando, o bien te lanza a la piscina.
La espalda, esa sufrida parte de nuestro cuerpo, nos marca
la actitud ante la vida, pero también se halla expuesta a diversas emociones
exteriores.
No es lo mismo recibir de tu superior laboral un ‘espaldarazo’ que unas ‘palmaditas
en la espalda’.
Por la espalda pueden sorprenderte con un abrazo o con una puñalada trapera; también,
en plan más delicado, con el mal rollo de unos insistentes golpecitos del dedo
índice o con el bueno de una mano en el hombro.
Asimismo, cambia bastante que te carguen una pesada mochila a que te cubran las
espaldas.
Existen personas que tienen ‘más cara que espalda’ y otras que viven de
espaldas a la realidad. Y situaciones incómodas, como que alguien te dé la
espalda o que hablen a tus espaldas.
Constituye un alivio sentirte respaldado. No es el caso de los ‘espaldas
mojadas’.
El término 'espalda' deriva del latín spatula (omóplato,
espátula) diminutivo de spatha (espada ancha). Por alusión a la forma plana,
pasó a designar toda la parte posterior del tronco del cuerpo humano.
'Empujar' procede del latín impellere, formado por el prefijo im (in-, hacia
dentro) y el verbo pellere (poner en marcha). Así también tenemos los verbos
impulsar e impeler.
Hace unos años por estas fechas sufrí un accidente que me
partió la espalda. Fue sólo una rotura de vértebra, pero me obligó a permanecer
tumbada horizontalmente casi un mes. A veces me pregunto si el destino quiso
provocarlo para avisarme de que debía parar, demasiados asuntos de cabeza
cargaban mi espalda; o quizá fue una llamada de atención para orientarme a
dedicar más tiempo al cuidado de mi ‘espátula’ ósea olvidada.
En todo caso, pienso que fue para bien. Resultó un buen
empujón para tomarme la vida de otra manera. Liberar la mente con frecuencia
para que las preocupaciones no desciendan adonde no deben, ejercicio físico
para fortalecer la zona dorsal, masajes ocasionales y conexiones constantes con
la naturaleza, constituyen un plan excelente para mantener la espalda fuerte,
mirar de frente y estar preparada para dar el impulso necesario cuando haya que
remontar.
Y ya saben, no empujen, por favor. Impulsen suavemente.
Ante todo, mucha calma.
8/05/2021
[Imagen: “Espalda pétrea en Gallocanta”. Marisa Lanca]
Las mutuas, respecto a lo laboral, te dicen que el dolor de espalda o es por vejez o porque haces mucho deporte. Cuando no pueden aplicar las dos razones anteriores, dicen que eso del dolor de espalda es subjetivo.
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