Llegar lejos, llegar alto, llegar rápido. Son las consignas actuales recomendadas para triunfar.
En varias ocasiones y por diferentes motivos en mi vida algunas personas me han dicho: “Tú llegarás lejos”. Y yo hasta lo creí y todo. Confieso que me da tanto vértigo la altura, como el exceso de velocidad y las largas distancias respecto a mi hogar.
El punto más lejano adonde he llegado ha sido La Habana, y lo más alto… creo que el cielo que surcó el avión que me llevó de ida y vuelta, a gran velocidad, por cierto. Fue un viaje de celebración.
Ironías aparte, pienso en el hecho de llegar. Implica tener antes una meta programada y una intención de avanzar, recorrer un camino. Pero también conlleva un fin, un término, una detención del movimiento, un 'ya está – y ahora ¿qué?'.
¿Y por qué el lugar ideal debe encontrarse lejos o alto? ¿Por qué la necesidad de ahorrar tiempo?
Quizá con buena intención nos aconsejan mal. Nos pronostican un futuro exitoso animándonos a alcanzar un destino que probablemente no esté a nuestro alcance, o sí, o no lo necesitamos.
Si a mí lo que me gusta es acercarme. Si a mí lo que me encanta es bajar el cuerpo para escudriñar lo pequeño. Si a mí lo que me priva es la tranquilidad, ir despacio y fijarme en los detalles.
Para llegar lejos, alto y rápido, cuento con los libros, la imaginación, el teléfono, las redes sociales, infinidad de posibilidades que permiten que, sin trasladar mi persona físicamente, sean mis obras las que viajen por mí. Eso, hasta que sea posible la teletransportación instantánea, a la que muy alegremente me sometería.
También es verdad que en este mundo es todo muy relativo. Un ascenso puede ser a la vez un descenso, igual que lo más cercano hacerte sentir lejano, o una arrancada rápida morir en una frenada en seco. Subjetivo y contradictorio. Para cada cual la meta se halla a diferente nivel.
Llegar, llegaremos. A lo mejor ya hemos llegado y no somos conscientes.
En todo caso, caminemos sin prisa. Demos tiempo a que eso que aspiramos alcanzar nos encuentre en medio del trayecto, en el punto exacto, en las coordenadas perfectas de distancia, altura y momento.
Mientras tanto, aquí continuamos trabajando y creando, intentando seguir la estela de Horacio en sus Epodos (2,1): Beatus ille qui procul negotiis,… (Dichoso aquél que lejos de los negocios…).
Vida sencilla. En el campo. Ya es un pequeño gran triunfo.
26-6-2021
[Imagen: "Nana del caballo grande" (Detalle). Autora: Charo de la Varga]
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