A la mayoría, tras un instante de reflexión o quizá como consecuencia de un calentamiento cerebral, nos ha dado por pronunciar alguna vez esa frase que reza: “El día menos pensado…”
Con cierto tono amenazante, avisamos de que algo va a ocurrir por decisión propia, por la de una tercera persona o bien por determinadas condiciones adversas. Un pájaro ronda atrapado en nuestra jaula mental. Un cambio, que se antojaba a largo plazo, deviene ya casi inminente.
Hay dichos que reflejan bastante bien esta idea. “Caerá por su propio peso”. “Donde menos se piensa salta la liebre”. “Yendo y viniendo, lo que había de ser va siendo”.
El día menos pensado, en realidad, es mentira. Ese día, cuando llegue, lo que sea que quieras que suceda, lo pensarás, sí, lo llevarás pensado de antemano y actuarás según tus propósitos. Y, si el hecho depende de circunstancias externas, entonces resulta impredecible, porque el futuro siempre es incierto. Con lo cual, el ‘día menos pensado’ carece de importancia, diría que definitivamente no existe.
Sin embargo, son los ‘días más pensados’ los que estampan un sello especial y único a nuestra vida. Por un lado, están las decisiones importantes, que vienen precedidas de un trabajo meditativo. Tomarse tiempo para pensar resulta imprescindible y siempre se obtiene recompensa: la meta alcanzada, el logro conseguido, el sueño cumplido.
Por otro lado, tenemos los recuerdos de vivencias señaladas. Fechas que permanecen como marcapáginas del libro donde se escribe la historia de nuestro caminar por el mundo. Recordar-revivir grandes momentos es una forma muy gratificante de pasar uno de esos días más pensados, en soledad o en compañía de los seres que compartieron contigo el pasado acontecido.
Hazlo sin pensar, piénsalo dos veces, no lo pienses más, párate a pensar. Son expresiones que también nos han rebotado por los canales auditivos en diferentes ocasiones. Cada una puede adecuarse a un caso concreto, aunque normalmente las adoptamos según nuestra personalidad o estado de ánimo.
De cualquier manera y a pesar de encontrarnos en un período de estío vacacional, sería muy beneficioso no abandonarnos completamente a la mera contemplación, al rendimiento cero, a la rutina vacua del ‘nada me importa’ o ‘ahora paso de todo’. Hagamos un hueco diario al pensamiento, a la lectura, a la meditación, a hacerse preguntas, a analizar temas simples; escríbelo, fotografíalo o dibújalo.
Convierte tu ocio en días pensados, dale la intensidad que tú quieras. Ahí está tu nueva compañera-amante-bandida. Se llama Filosofía.
Ya lo dijo Sir Francis Bacon: Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde. Y así lo sentenció, muchos siglos antes, el clásico Horacio: Sapere aude ¡Atrévete a pensar!
31-7-2021
[Imagen: "Alone". Yeyo Riancho Art]
Comentarios
Publicar un comentario