Todos lo hemos hecho alguna vez. ¿Es bueno o malo saltarse las normas? Depende.
En una sociedad básica estructurada, las normas se establecen, en principio, para facilitar la convivencia; para que, mediante su cumplimiento, puedan evitarse conductas que potencialmente perjudiquen a una parte o la totalidad de la comunidad. También constituye un modo de fomentar valores como el respeto y la solidaridad, aun a costa de una posible pérdida de libertad individual. Organización, orden, regulación, se muestran esenciales para el buen funcionamiento de un sistema humano plural. Ello implica un conjunto de reglas, normas o leyes a cumplir.
La aparente bonhomía de esta misión convivencial es susceptible de chocar contra una barrera peligrosa, donde pueden ocultarse concertinas entre adelfas bienolientes. Sucede cuando un individuo o varios, desde su estatus de poder, utilizan la ley como instrumento de control, bien sea mediante subordinación, sometimiento u obediencia de los subalternos. Añado más términos asociados, de diferente intensidad: manipulación, vigilancia, opresión, servidumbre, esclavitud, alienación…
En nuestras sucesivas etapas vitales, debemos ir adaptándonos a distintas normas según el colectivo que nos acoge: la familia, el colegio, el grupo de amigos, la universidad, la empresa donde ocupamos el puesto laboral, la asociación de vecinos, el municipio, la entidad a la que nos afiliamos, el viaje organizado de vacaciones, el evento cultural, el club, la tribu o incluso la cárcel. En todos ellos saldrá a flote nuestro nivel de sentido común, el grado de respeto hacia los semejantes, hacia la autoridad, y en muchos casos hacia uno mismo. Es nuestra responsabilidad equilibrar la balanza que sostiene dos pesos pesados: la dignidad personal y la convivencia. Tarea nada fácil.
Creo que, en ocasiones concretas, resulta muy necesaria una dosis de rebeldía. Siempre que no implique hacer daño o poner en peligro a alguien, el hecho de saltarse las normas establecidas por decisión propia, en un acto valiente, ayuda al crecimiento del yo. Porque libera miedos, segrega adrenalina, abre la mente y, además, provoca una satisfacción sin límites. Y, por supuesto, si se actúa con un objetivo filantrópico, la justificación es máxima.
Muchos avances de la humanidad, tanto en materia social, como en lo científico, cultural, político o filosófico, se han logrado gracias a personas que osaron romper con reglas que en su momento eran inmutables, incluso costándoles la vida.
Ahora bien, quiero lanzar un mensaje a las gentes que queréis experimentar con vuestra libertad ociosa como muestra de rebeldía: nos encontramos en un periodo pandémico, saltarse las normas en estas circunstancias no es un acto divertido ni de reafirmación personal, sino insolidario, egoísta y temerario, que puede constituir un delito contra la salud pública.
Piensa en los demás, piensa en los tuyos. Ser rebelde es otra cosa.
Lex naturalis est scripta in cordibus ómnium (La ley natural está escrita en el corazón de los hombres. Sto. Tomás de Aquino)
24-7-2021
[Imagen: "Group of Four Nudes" 1925. Tamara de Lempicka]
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