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La rueda de la fortuna

 


Afortunados somos a pesar de los infortunios que sobrevienen cada cierto tiempo, pues, si podemos pensarlo, significa que tenemos la fortuna de vivir para contarlo.

Y es que la fortuna, tan inmóvil ella, tan diosa, y su rueda, tan giratoria, tan inconstante, marcan siempre el devenir de nuestro mundo. No, no me he dejado atrapar por el magnetismo del Tarot, ni por arte adivinatoria alguna. La razón de esta reflexión es otra. Hace muy poco se cumplió una fecha importante: el aniversario de mi boda. Cada año mi mente escoge un instante como recuerdo del acontecimiento, como si eligiera una galleta de una caja metálica surtida. Esta vez ha tocado la pared que me vio colocar el anillo a mi pareja y me escuchó decir ‘sí quiero’. En tal paramento se encontraba, y todavía luce majestuoso, un mural que representa ‘La Rueda de la Fortuna’. 

Históricamente podemos remontarnos a la mitología romana, donde Fortuna era la diosa de la suerte, el azar y la fertilidad. Presidía en todos los acontecimientos y distribuía, según su capricho, los bienes y los males. Su alegoría, o forma de reproducirla como idea, era una especie de ruleta sugiriendo lo aleatorio. Junto a ella solía estar otra deidad muy interesante: Ocasión, también llamada Oportunidad, diosa de las buenas ocasiones perdidas. Se la representaba como una mujer hermosa, de larga cabellera por delante cubriéndole el rostro y calva o rapada por detrás. Si pasaba, lo haría rápidamente y no se la podría asir siquiera por los cabellos. Saben ahora el porqué de algunos dichos populares como “A la ocasión la pintan calva” o “cogido por los pelos”. También portaba un cuchillo en la mano derecha simbolizando que podrá cortar toda atadura a quien esté amarrado, sólo con que ella lo toque.

Sin embargo, fue Boecio, filósofo y erudito de los tiempos del rey Teodorico (S.V), quien configuró iconográficamente la rueda de la Fortuna, al compararla con una noria que eleva a unos y hace descender a otros, proporcionando éxito y desgracia. “¡Oh Fortuna, variable como la Luna!” rezaba un poema manuscrito incluido en ‘Carmina Burana’, una colección de cantos goliardos de los siglos XII y XIII.

A lo largo de la Edad Media las representaciones icónicas de la Rueda de la Fortuna se multiplican, hasta llegar a mi querido Alcañiz, a mi boda en el Salón del Ayuntamiento. Ahí preside la pintura, adosada a un lienzo, que un día vistió el muro de la segunda planta del Castillo Calatravo. ‘Regnabo’, ‘Regno’, ‘Regnavit’ y ‘Sum sine Regno’ son las inscripciones que acompañan a las figuras que, en sentido opuesto a las agujas de un reloj, giran alrededor de la rueda; en el centro, la inmutable diosa sobre el trono.

Quise llevarme esa escena a mi hogar. Ahora se encuentra observándome cada día, y yo a ella, estampada en esmalte cerámico con forma de plato, sobre la chimenea. Me recuerda que reinaré, reino, reiné y ya estoy sin reino, y que, como dice el refrán, entre la cuna y la sepultura no hay cosa segura. Pero el mundo da muchas vueltas. Lo importante es seguir en marcha y que la rueda continúe girando. Afortunadamente, así es.


[Artículo publicado en periódico La Comarca, Martes 17/08/2021]

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