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Metáfora entre dos aguas


Navidad 2021. Una tiene la sensación extraña de encontrarse en un lago, calmo, aguas silenciosas, quietud, cierta bruma invernal, sólo protones y neutrones que pululan vagamente sin electrones con los que colapsar.

Y, a la vez, ese mismo lago es como una isla en medio del océano, lo que se conoce como placer. Un día estuve en uno, entre Cayo Largo y Cayo Rico, el dulce Caribe, y fue de los días más felices de mi vida. El placer actual en el que me encuentro no es exactamente feliz, más bien terapéutico. Las aguas que lo rodean son de otra densidad. Mar revuelto. Olas gigantes. Corrientes frías se enzarzan con mareas calientes como serpientes en liza. Polos positivos brindando con polos negativos. El imán navideño en un piélago enmascarillado.

“Con diez cañones por banda, viento en popa, a toda vela, no corta el mar sino vuela un velero bergantín…” Mas un velero con timonel desnortado y timón roto no puede llegar a buen puerto. “Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley la fuerza y el viento…”. Calla, no digas más. Tormentas disfrazadas de bonanza. Nadadores que se suben a barcos con el alegre salvavidas puesto. “Buenas noches. Mi antígeno, mi tableta de turrón y yo venimos porque os amamos. ¿Qué hay de cenar en cubierta?”. Allá, en la lejanía, un faro y otro, y otro más, alertan con su luz, tratan de guiar pero confunden. ¿Dónde el norte? ¿Dónde el sur? ¿Adónde apuntar la proa desgastada?

En la inmensidad marina sé que hay muchos más lagos semejantes al mío, placeres que desconozco.  Cada cual con su grado de tranquilidad o desasosiego, con sus bancos de arena de diferentes matices de blanco, donde el nivel de agua llega hasta los tobillos, el vientre o los hombros. Las palomas mensajeras nos facilitan la comunicación. Saben sortear las ondas digitales corrosivas con sorprendente habilidad. Surcan el cielo silbando melodías que recuerdan otros tiempos, otras vidas, para que no se le olviden al aire y podamos respirarlo sosteniendo la esperanza de revivir.

Mientras avanzan los días nado cada vez más lejos, acercándome a la orilla. Me encuentro entre dos aguas. Mis pies ya casi no tocan suelo. La marejada amainará. Si no es mañana será el año próximo. Levanto la vista al firmamento. ¡Cuántas palomas! Y el cielo invernal es absolutamente maravilloso.

25/12/2021

[Imagen: escultura de Giulio Monteverde. 1837]


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