La vida, ese regalo que debería ser una cadena de deleites, acaba siendo una sucesión de interferencias, obstáculos, problemas a solucionar, sin más.
Parece que el objetivo esencial es un eterno organizar, actuar para que todo esté bien y en orden, y obtener así la ansiada paz, un tiempo de horas embalsamadas donde fluya muy despacio un riachuelo placentero de absoluta despreocupación. El estado feliz de la infancia.
Pero, conforme transcurren los años, parece cada vez más inalcanzable ese remanso tranquilo. Cuando resulta que has conseguido resolver un importante inconveniente laboral, de repente se estropea un electrodoméstico imprescindible. Ya funciona tras la reparación y automáticamente llega un inesperado dolor de lumbago. Cuando estás viendo la luz al final del túnel, una repentina llamada te alerta de que ingresan de urgencia en el hospital a un familiar. Ese viaje programado se suspende. Ha subido la cuota de la hipoteca, que va a coincidir con una inflada puñetera factura eléctrica. Brota de la nada una gotera. Se emboza el fregadero. Justo ahora pillo un resfriado morrocotudo. Vaya, el coche no arranca, falla la batería y acaban de devolver el recibo del seguro. Además, hijos, nietos, padres, abuelos, hermanos y amigos, siempre, uno u otro, son motivo de preocupación y requieren ayuda. La cabeza es una olla exprés. “Esto no para…, prepárate para la que se prepara”, como canta Kase-O. ¡Socorro! ¿No hay descanso?
Qué fácil resulta planificar y cuán difícil que los asuntos planificados se manifiesten perfectos. Lo dicho: la vida en sí misma se encarga de interferir, descuadricular lo cuadriculado de la agenda, tumbar lo edificado en sueños y en la realidad, convertir en picudo lo redondo y soplar en dirección opuesta a tu avance. Y nuestro sino viene a ser ordenar, reparar, solucionar, organizar, cuidar, reconstruir, curar…
Si en una de éstas logramos detenernos, secarnos el sudor, respirar y tomar conciencia de que ya no ocurre nada, que todo está bien, es el momento de brindar por ello, sonreír y dejarse llevar por el goce o por el aburrimiento. Ha llegado la hora de crear. ¡Qué felicidad!
Lo que dure durará.
“Ars longa, vita brevis”. Hipócrates dixit.
4/12/2021
[Imagen: "Atrapado" de Miguel Ángel Gil Andaluz]
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