Desde ayer se ha producido un cambio en mi vida. Es importante. Me falta una persona. Sabía que estaba y ya no está. Pienso continuamente en ese ser tan querido. Siento muchas emociones que me llevan, como en una montaña rusa, a ascender suave por un paisaje de sonrisas, recuerdos líquidos y estampas amables, para descender luego en picado hacia una realidad implacable, de no retorno, de pérdida absurdamente cruel.
Dicen que existe una geografía emocional que se refleja en un mapa de nosotros mismos. Nunca había reparado en ello, y no sé si conozco bien ese panorama interior que me define. Lo que sí sé es que algo se ha quebrado, en algún punto de mi carne la tierra se ha hundido y se ha formado un pozo, un cráter, una grieta…, en definitiva, una falla.
"¿Cómo rellenar ese hueco oscuro?".
Nuestro mapa emocional, conceptualmente hablando, acoge un conjunto de conexiones e interrelaciones, conscientes e inconscientes, entre los diferentes sentimientos, creencias y pensamientos que configuran la emocionalidad de la persona. Los avatares de la vida hacen que vaya transformándose lentamente. El paso del tiempo lo erosiona y armoniza.
"Creo que, de momento, construiré un puente colgante sencillo, a base de abrazos con la gente que nos une".
Cada ser, como cada territorio, cuenta con un mapa propio, con diferentes nombres de accidentes geográficos. Así pues, lo conforman identidades y experiencias vitales distintas y únicas. Sin embargo, los estudiosos en la materia confirman que existe repetición de patrones que hace que la vida de una persona no sea tan “única” como piensa. La mayoría de los humanos vivimos existencias repetidas y preprogramadas, vidas egóicas que es necesario trascender -ascender más allá- y alcanzar así una existencia más libre, creativa y enriquecedora. Conocer ese mapa, es decir, tomar conciencia de los programas que se activan en cada situación vital, sea en clave de acción o de reacción, nos ayudará a avanzar.
"No puedo con los patrones. No me gusta cortar con la tijera, ni las piezas repetitivas, ni el papel desechado. Y sí, me place coser, tejer, remendar, urdir, trenzar, bordar".
La emoción de una pérdida es siempre la tristeza, patrón vital irrefutable. De eso no podemos escapar, lo sé. Pero enseguida surgen otros infinitamente más intensos: el amor, la añoranza, la paz.
"¡NusaaaaaaaA!", grito en mi páramo al borde del nuevo precipicio.
Y el eco me devuelve tu verdadero nombre, como un hilo de luz en el espejo.
Asciende libre, amiga.
16/4/2022
[Imagen: M. Lanca]
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