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Pigmalión que estás en los cielos


¿Por qué miramos al cielo cuando esperamos que un deseo se cumpla? No le pedimos a Pigmalión precisamente, que ni fue santo ni dios griego. Sin embargo, algo tiene que ver con deidades y en este asunto. Fue un escultor que vivía en la isla de Creta y se enamoró de una bellísima estatua que él mismo había creado: Galatea. Tan fuertes eran sus sentimientos por ella que la diosa Afrodita le concedió el deseo de convertirla en mujer de carne y hueso, para poder amarla en la vida real, como así fue según el mito que recreó Ovidio en sus Metamorfosis.

El psicólogo social Rosenthal bautizó con el término ‘efecto Pigmalión’ al fenómeno mediante el cual las expectativas y creencias de una persona influyen en el rendimiento de otra, tanto para bien como para mal. Sin duda, es de puro sentido común. La predisposición a tratar a alguien de una determinada manera condicionará en mayor o menor grado su conducta. Cuando estas expectativas proceden de un individuo hacia sí mismo, el fenómeno se conoce como 'efecto Galatea'.

Rosenthal llevó a cabo un curioso experimento en 1968, por el que se informó a un grupo de profesores sobre las capacidades intelectuales de sus alumnos, señalando cuáles habían obtenido mejores resultados a través de un test, y se les advirtió de que esos alumnos serían los que mejor rendimiento tendrían a lo largo del curso. A los ocho meses se confirmó que el rendimiento de esos muchachos especiales había sido mucho mayor que el resto. Lo interesante del caso es que ese test jamás se realizó y los supuestos alumnos brillantes eran chicos elegidos al azar, sin tener en cuenta para nada sus capacidades. ¿Cómo se explica? El psicólogo constató que los maestros se crearon tan alta expectativa sobre esos alumnos, que actuaron a favor de su cumplimiento.

Existen más estudios del efecto Pigmalión aplicados a muchos ámbitos: científico, económico, empresarial, social. Y siempre se llega a la misma conclusión: cuando alguien cree en nosotros y nos contagia la confianza necesaria, nuestro sistema límbico incrementa la lucidez y energía, acelera la velocidad de nuestro pensamiento y provoca, por tanto, el aumento de la atención y la eficiencia.

Teniendo en cuenta este análisis, nuestras creencias son más importantes de lo que pensamos. Por algo también se conoce a este efecto como la ‘profecía autocumplida’. Las profecías tienden a realizarse cuando hay un fuerte deseo que las impulsa. De la misma forma que el miedo tiende a provocar que se produzca lo que se teme, la confianza en uno mismo, aunque sea contagiada por un tercero, puede hacernos volar. 

Así que, seas Pigmalión o Galatea, cuenta conmigo.

25-6-2022
[Imagen: Mano con esfera reflectante. Escher (1935)]

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