Me ha surgido la pregunta: ¿Estamos en la luna? Si la tomamos en sentido literal se puede contestar no. De hecho, la NASA acaba de fracasar en su misión de enviar la nave Artemis 1 destino la Luna. Al parecer, tras detectarse varios problemas técnicos justo antes de la cuenta atrás y no poder solventarlos, se han visto obligados a suspender el lanzamiento y contemplar otras fechas para intentarlo de nuevo.
Ha transcurrido más de medio siglo desde la última misión
tripulada a la Luna, ¡medio siglo! Sinceramente, da mucho que pensar. Estamos
hablando de 1969 y de la misión Apolo 11. Un viaje inaudito en un cohete, con tres
astronautas a bordo, que aterrizan sin problema en la superficie lunar, se
pasean, clavan una bandera, toman muestras del terreno, filman y fotografían
todo el evento, se transmite en directo a la Tierra, y regresan sin sufrir
percance alguno. No dudo de los conocimientos científicos, ni de los inmensos
presupuestos manejados, ni del talento y esfuerzo de muchas personas, que
entonces fueron invertidos en el ideal de la conquista espacial, en busca de un
futuro mejor. Lo que me cruje en las sienes es que durante cincuenta años la
Luna haya dejado de ser el objetivo en la exploración del espacio, es más, que
con el desarrollo tecnológico alcanzado a estas alturas del siglo XXI, ninguna
entidad mundial, que sepamos, haya abordado con presencia humana nuestro
querido satélite.
Es curioso que, observando el cohete abortado, erigido en su
plataforma de lanzamiento, mi sensación ha sido de fragilidad, como si
estuviera fabricado en hojalata pintada de blanco, en algunas zonas incluso
oxidada. Desde luego, nada que ver con las naves siderales que aparecían en
películas futuristas, pronosticando para el año 2000 un desarrollo tecnológico
de alto nivel, capaz de conquistar otros mundos. La actual misión Artemis 1 ha
tomado el nombre de la diosa gemela de Apolo, Artemisa, para así conmemorar la
gesta del pasado siglo, confraternizando. Y no deja de ser paradójico que ni
aun así haya conseguido siquiera igualarse a aquella.
Algo no funciona. ¿Nos engañaron entonces? ¿Nos confunden
ahora? ¿Los intereses económicos se desvían hacia otros derroteros? En todo
caso, estas misiones siempre suponen un auténtico derroche de medios y, por
tanto, de dinero. Pasta gansa imprescindible para otras necesidades, cada vez
más urgentes y más terrenales. Y nosotros ahí andamos, figuradamente, en la
luna.
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