Hace ya un tiempo que hemos convertido la guerra en una institución en sí misma. La paz es sólo un período de descanso entre guerras. La guerra, unida a otra entidad instituida globalmente como es el capitalismo, posee sus propias leyes, sus territorios preferentes de acción, y sus señores, que la promueven, la alientan y alimentan. El negocio armamentístico, las deudas millonarias y la perversión del poder se unen la mayoría de las veces al disfraz religioso llevado a límites fanáticos, para generar un conflicto que siempre acaba afectando a la población que no tiene culpa de nada. Sí, todo poder es una permanente conspiración en perjuicio del débil. Ante cualquier demostración o asomo de rebeldía de éste, el fuerte saca pecho y obra de inmediato con el criterio funcional de intimidar al que ya considera su adversario. Y comienza el asalto. Arrasar con todo para ocupar. La consabida consigna de ‘Quítate tú para ponerme yo ‘. Lo hemos visto con la guerra de Rusia contra Ucrania y...
Una de cal y otra de arena. Una selección de mis artículos de actualidad. Mi columna de los sábados. Por Marisa Lanca