La columna de hoy no se caracteriza por el buenrollismo, así que entiendo que no les apetezca leerla. No lo hagan, sobre todo si están disfrutando y no quieren tornar su buena cara o la arena playera por arena en los ojos.
Hay cosas con las que no puedo. De hecho, en los inicios de este blog, ya intitulé un artículo como “#Cosasqueno”. Éste podría ser una continuación, pero no voy a relatar más asuntillos banales al fin y al cabo, sino a centrarme en una sola: las malas caras, con el matiz de equivalencia a malas personas, bichos, ‘demoños’.
Son caras que incomodan, perturban, dan mal rollo. Rostros que, en su estado natural, reflejando la personalidad innata de su poseedor, cuando éste olvida que tiene una cámara delante, emergen en todo su esplendor expresivo y producen un efecto acongojante, casi diría de miedo. Si las observas durante diez segundos, automáticamente una piensa que ni esos diez segundos aguantaría compartiendo su presencia real sin sentir una incomodidad máxima.
Eso de entrada. Para terminar de modelar al perfecto muñeco diabólico, también contribuye lo que dicen y cómo obran. Yo me pregunto por qué están ahí, cada cual en un puesto relevante dentro de su universo, cómo han llegado hasta su lugar de poder: aclamados, seguidos, obedecidos, reverenciados, o aupados por vendidos a la causa que creen propia, o pagados por medios sedientos de negatividad y falsedad camuflada, que da un juego infinito a la calma chicha y aburrida.
Sus ‘perlas’ orales suelen contener agresividad dictatorial, veneno de serpiente, antipatía suma detrás de una sonrisa forzada, si es que la hay, porque resulta evidente el odio subyacente que engendran, porque aflora en sus cejas de forma instintiva, pese al empeño en evitarlo, porque, tan cariacartonados ellos, están a punto de escupir espuma entre los dientes.
Por supuesto que existirán muchísimas personas de igual o peor rostro y serán bellísimos seres [como el que ilustra este artículo], o de igual o peor calaña que estas criaturas oscuras, aunque tendrán aspecto angelical y hasta obrarán con un aparente talante altruista o conciliador. Vale. Pero las malas caras a que me refiero, pertenecen a personas que están ahí, viven, las vemos y oímos. Tienen nombre y apellidos. Y aquí voy a mojarme con las que particularmente no me gustan. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, antes directora del FMI. Kim Jong-Un, líder de Corea del Norte. Daniel Lacalle, economista y buscavidas tertuliano. Eduardo Inda, periodista e igual buscavidas tertuliano. Vladimir Putin, el p… amo de Rusia y de nuestro porvenir. Macarena Olona, abogada y lideresa, andaluzamente hablando, de un partido político de cuyo nombre no quiero acordarme. José Ignacio Goirigolzarri, exdirector de Bankia y actual presidente de un gigante bancario. Son algunos ejemplos que me epatan personalmente, que cuando aparecen ante mi vista es como si me arrojaran arena a los ojos o me picara una avispa. Me producen sarpullido emocional.
¿Y ustedes? ¿Cómo van de arena? ¿Y de demonios? Si están de mala cara, a mí ni me miren, que es sábado. ;)
11/6/2022
[Imagen: Obra fotográfica, serie "Arraigados" de Pierre Gonnord (Francia, 1963)]
Comentarios
Publicar un comentario